Con esta metáfora se define la posición del hombre delante de Dios como justa o culpable. Como en un proceso judicial, consiste en “declarar justa” a la persona por haber entrado por medio de Cristo en una relación “Justa” con Dios. El pecador ya no es condenado sino justificado o sea perdonado, libre de todo castigo. La justificación es lo opuesto a condenación.
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