Illa es hoy un autoantónimo catalán. Un término que significa una cosa y la contraria a la vez. Una antífrasis, lo que según la Fundeu es una figura retórica por la que “se designan personas o cosas con voces que significan lo contrario de lo que se debiera decir". Hoy Illa, Salvador Illa, político favorini mío de los últimos tiempos, desde los oscuros tiempos del Covid, allá en 2020, ministro entonces de sanidad y candidato socialista por segunda vez a presidir la Generalitat de Catalunya, es la demostración, para contrariarme en los pocos argumentos anti Sánchez que suelo utilizar, que la amnistía merecía la pena, que el camino a la reconciliación no rompe España, sino que la cohesiona. Que en Catalunya hoy tienen argumentos para entenderse y tratar de crear un escenario de respeto a los sentimientos diversos que alberga en su interior. Hoy Illa se ha transmutado en un continente entero. Para la ciudadanía catalana y para su jefe de Ferraz.
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