Cada 1 de noviembre, tras meses de trabajo, la gente de Sumpango, Sacatepéquez saca a la calle docenas de barriletes; algunos vuelan sutiles, otros solo se yerguen, luminosos. Hay de dos o tres metros. Hay otros que superan los quince metros. Estas enormes obras llenas de tradición, arte, familia y cultura atraen todos los años a cientos de miles de personas. Guatemaltecos y extranjeros. Pero su verdadero público, y quizás su razón de ser, son los muertos pues, según creen los sumpangueños, cada Día de Todos los Santos, Dios les permite visitar su lugar de origen. Los barriletes de Sumpango son cartas para quienes han dejado el mundo terrenal.
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