-En busca de una identidad, 1983-1984-
La libertad también supone enfrentarse a ideas muy contrapuestas a las de la España de aquel momento. Desde la victoria socialista y el 23-F la ciudadanía entiende que el país ha de modernizarse. Sin embargo, los excesos que los artistas proponen chocan violentamente con una audiencia televisiva que vive todavía en la mitad del siglo. Los programas musicales se convierten en un Caballo de Troya de las nuevas ideas para el Estado.
En València, una discoteca desahuciada comercialmente va a acoger el reverso tenebroso de ese momento expeditivo: Chocolate. Allí, Toni Vidal, más conocido como Toni El Gitano, va a proponer sesiones y directos a horas imposibles. Los grupos actúan a las 2 y las 7 de la mañana. A menudo, bandas internacionales populares en los bares y pubs de València y que pasan por los platós de La Edad de Oro o Musical Expres.
El Gitano quiere crear “una secta en torno a la música”. Los inadaptados de la ciudad y de las poblaciones próximas pasan allí el fin de semana. Situada a 500 metros de Barraca, se convierte en su after. Poco tiempo después, ya tiene una identidad propia y es la cara oscura del fenómeno. Pero su música es tanto o más vanguardista de lo que suena en la discoteca vecina o en Espiral, la versión de estos espacios de libertad en la zona norte de València. Abre Arena, una sala de conciertos para 3.000 personas, y el flujo de artistas internacionales influyendo en la ciudad se acelera. Las minorías son cada vez más numerosas.
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