A los cuatro años ya sabía leer y escribir. Le gustaba aprender. Quizo entrar a la Universidad y tuvo que ganarse esa posibilidad. Dedicó su vida a la investigación, cobrando importantes éxitos pero también pagando un precio muy alto. La radiación que recibió en vida fue tal que hoy su cuerpo yace junto al de su marido bajo una gruesa tapa de plomo.