Jenifer Rodríguez nació en una familia que, realmente, era católica solo de nombre. Fue bautizada e hizo la Primera Comunión, pero —cuando llegó el tiempo de prepararse para la Confirmación— no acudió a la parroquia porque le dijeron que no servía para nada. Gracias a un encuentro con las Siervas del Hogar de la Madre volvió a frecuentar la parroquia y a darse cuenta de que estaba atrapada en un mundo que ni le hacía feliz ni le dejaba ser ella misma. Ahora es una joven muy feliz, buscando hacer la voluntad de Dios en cada momento.