Después de haber tenido este sueño, san Juan Bosco animó a los jóvenes a invocar siempre a la Virgen María cuando tuvieran una necesidad, porque ella siempre nos escucha, y a protegerse con el escudo de la fe, que es la mejor defensa frente a los espíritus malignos. Además, los exhortó a huir de los pecados de la gula y del ocio, ya que nos atan al mal y nos esclavizan.