Era hija de Santa Brígida. Fue educada en el monasterio de Risberg en la más estricta obediencia y austeridad. Muy joven contrajo matrimonio con el conde Edgardo por orden de su padre. Obligada a vivir en la corte, fue objeto de burlas por su santidad y su modestia. Sin duda, sus costumbres austeras llamaban la atención en medio del lujo de la nobleza. Después de quedar viuda, en el año 1350 viajó a Roma para vivir junto a su madre en la mayor de las austeridades, dedicadas las dos a cuidar a los pobres, a los enfermos y corriendo también graves peligros de toda índole que Catalina afrontaba con una decisión y una confianza en Dios que caracterizan su intrépido modo de ser. Murió como religiosa en Vadstena el 24 de marzo de 1381.