Del siglo IV y residente en Alejandría, perteneció a una familia noble. Buscando la verdad, recorrió varias escuelas hasta que escuchó predicar a un obispo el Sermón de la Montaña. Allí se convirtió al cristianismo, y después de recibir el bautismo se presentó ante el emperador para reprocharle el trato que daba a los cristianos. Este, al ver su elocuencia, la retó a un debate con cincuenta sabios. Ella consiguió derrotar todos los argumentos de tal manera que se convirtieron todos. El emperador se endureció más y la condenó al martirio. Según la leyenda, los ángeles la enterraron en el monte Sinaí donde después se levantó un monasterio con su nombre.