La historia de Israel revela la pérdida del Reino visible tras su división y eventual destrucción a manos de Asiria y Babilonia. Sin embargo, la esperanza mesiánica persistió en un remanente fiel que esperaba la venida de un Rey justo que restauraría el Reino de Dios. Las profecías del Antiguo Testamento, particularmente las de Daniel, anticipaban que este Reino surgiría durante el cuarto gran imperio mundial—el imperio romano. Daniel, al interpretar el sueño de Nabucodonosor, anunció que una piedra cortada sin mano derribaría todos los reinos anteriores y crecería hasta llenar la tierra, una clara figura del Reino del Mesías. Aunque en los siglos recientes ha surgido una interpretación popular—el dispensacionalismo—que sostiene que el Reino fue pospuesto debido al rechazo judío, esta teoría contradice el testimonio continuo de las Escrituras que muestran a Cristo reinando desde Su ascensión. El Reino no fue pospuesto, sino que comenzó en la era del imperio romano, exactamente como lo predijo Daniel. Jesús cumplió la profecía al establecer Su Reino en esa época, un Reino que continúa extendiéndose globalmente y que jamás será destruido.