¡Qué pobres somos cuando tratamos de responder a la lucha espiritual con fuerzas meramente humanas que solo nos va a llevar al desánimo y al fracaso! Porque solos no podemos hacer nada. Sin embargo, el Señor nos pide frutos. Nos los pide porque es real esta vida del Espíritu Santo dentro de nosotros. Él nos da su espíritu, porque espera de nosotros frutos.