Para que haya comunicación tiene que haber un emisor y un receptor. A veces el problema de comunicación está en el emisor. Intentas explicar algo y hay un problema de lenguaje, y lo que tú dices no se entiende, porque la persona con quien hablas no tiene los mismos conceptos que tú. Entonces hay que definir muy bien las palabras para que pueda haber comunicación. Pero, a veces, el problema no está en el emisor, sino en el receptor. Eso es lo que vemos hoy en el Evangelio.