En esta meditación, Abelardo de Armas nos habla de la gran suerte que tenemos, pues Jesús nos ha dado por madre a su Madre. Tenemos una intercesora poderosísima. Una Madre que junto a las llagas gloriosas de su Jesús, presenta al Padre su inmolación más plena. María nos ha acogido con todas nuestras miserias y pecados.