En Alcoy, en 1568, el milagro sucedió gracias al hallazgo de unas hostias robadas que habían sido consumidas por el ladrón.
En Cimballa, en 1370, el sacerdote tuvo dudas acerca de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. La Carne derramó sangre hasta teñir el corporal, que se conserva aún hoy.
Las dudas de un sacerdote sobre la validez de su ordenación, fueron la causa del milagro ocurrido en Moncada en 1392. Durante la consagración, el Niño Jesús apareció en la Hostia consagrada, visión que fue corroborada por la futura santa Inés de Moncada.