Si vivimos la cruz de cada día, acompañaremos a Jesús en ser incomprendido, en recibir azotes. En un sentido o en otro. Convertirnos al Evangelio, hacer penitencia; mortificando los gustos y las pasiones. Jesús quiere la conversión de nuestro corazón. Hemos de vivir la cruz de cada día amando, sufriendo y siempre sonriendo, como lo hacía Santa Teresita.