Era centurión del Imperio Romano. El día del cumpleaños del emperador, mientras los demás ofrecían sacrificios a los dioses, se quitó las insignias de su función y las arrojó al pie de los estandartes, afirmando que por ser cristiano no podía seguir manteniendo el juramento militar, pues debía obedecer solamente a Cristo. Por ello fue juzgado, y así consumó su martirio. Fue llevado a Tánger y decapitado en el 298.