No hay título más grande que el de “mamá”.
No hay liderazgo más silencioso, más firme, más amoroso…
que el de esa mujer que nos dio vida, o nos sostuvo como si lo hubiera hecho.
Esta no es solo una dedicatoria.
Es un susurro al alma.
Un abrazo a todas las madres: las presentes, las ausentes, las imperfectas, las eternas.
Este episodio es un altar de gratitud:
Una carta hablada para honrar a quien nos guió antes de que supiéramos caminar.
A quien nos sostuvo sin pedir nada.
A quien nos amó con los ojos, con el cuerpo cansado y con el corazón roto… pero lleno de fe.
¡Este episodio no es para escucharlo corriendo!
¡Es para sentirlo!
¡Para llorarlo!
¡Para compartirlo con quien más lo necesita!
Porque todos, en algún rincón del alma…
aún estamos buscando ese primer hogar que fue su abrazo.
GRACIAS MAMA, POR SER AMOR, ESPERANZA, REFUGIO E INSPIRACION.
¡GRACIAS POR SER MI PRIMERA LIDER!