Abelardo de Armas reflexiona sobre las palabras del Señor: “Salí del Padre, vine al mundo. De nuevo abandono el mundo y voy al Padre”. Cómo ese «salí», supone un vaciamiento de sí; el amor le hizo abandonar el cielo para venir a la tierra. Ahora, resucitado, vuelve de una manera distinta, como cabeza del Cuerpo Místico.