Mediante este sueño, S. Juan Bosco habló no solo a los jóvenes, sino también a sus clérigos, del daño que hace en el corazón la murmuración, ya que cuando un alma empieza a transitar este mal camino, la Palabra de Dios que fue sembrada en su corazón, se esfuma y solo queda en esa alma la tristeza y la amargura.