Pelagia era una de las más conocidas pecadoras del mundo, en la segunda mitad del siglo V en Antioquía. Se cuenta que un domingo, por curiosidad, volvió a entrar a un templo, y al oír al obispo predicar sobre el infinito tesoro de la misericordia de Dios, su corazón se conmovió a una sincera conversión. Se hizo ermitaña, morando en una cueva cerca de Jerusalén. Por prudencia ocultó su condición de mujer, que solo descubrieron después de su muerte, al disponerse a ungirlo según era costumbre.