Aquila y Priscila eran esposos, y ambos fueron luchadores infatigables para extender el Evangelio y conquistar almas para Cristo. Vivían pacíficamente en Roma de donde tuvieron que huir a consecuencia de la orden de destierro dictada por el emperador Claudio contra los judíos. Al abandonar la ciudad eterna, establecieron su residencia en Corinto. Cuando Pablo se vio obligado a salir de Corinto, para huir del furor de los perseguidores, Aquila y Priscila le salvaron acompañándole, hasta Éfeso, continuando el viaje hasta Roma.