Entramos, finalmente, a la ciudad celeste acompañados por San Juan para tener nuestro diálogo con el Esposo. Allí descubrimos que el centro de nuestra vida es el misterio pascual de Cristo. Nos encontramos dentro de la Jerusalén celeste donde participamos de la liturgia que nos lleva a la adoración y contemplación constante de Cristo. Dña. Beatriz Ozores Rey, licenciada en Ciencias Religiosas, nos recuerda que el Apocalipsis nos impulsa a gritar: «¡Ven Señor Jesús!», para que nuestra alma se una al Cuerpo Místico de Cristo, y a vivir nuestro desposorio con el Cordero ya en la tierra, en la Eucaristía.