En 1412, en Herentals, Bélgica, fueron encontradas algunas Hostias que habían sido robadas ocho días antes, en perfecto estado a pesar de la lluvia. Se hallaron cerca de una madriguera, en medio de una luz muy viva y en forma de cruz.
En 1310, en Fiecht, Austria, durante una Misa, el sacerdote dudó de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Después de la consagración, el vino apareció visiblemente convertido en Sangre, que parecía hervir hasta derramarse del cáliz.
En 1384, en Seefeld, Austria, durante la Misa del Jueves Santo, un caballero pretendió recibir la Hostia Magna. Entonces, el suelo comenzó a temblar y este sintió que se hundía. El sacerdote recuperó la Hostia, y estando sobre el altar comenzó a derramar Sangre.