Abelardo de Armas, explica que a los primeros apóstoles les segregó el Señor, los purificó mediante el Espíritu Santo que les fue dado; se transformaron sus corazones; cambió sus corazones endurecidos y cobardes en valientes y decididos. Esto lo hace el Señor también con la Iglesia hoy, y en la vida de todos los santos.