En esta segunda parte, S. Juan Bosco es llevado hasta las puertas del infierno y allí ve con horror, cómo algunos de sus jóvenes huyen de la justicia de Dios y caen en un horrible agujero negro sin que nadie los pueda detener. D. Bosco quiere apuntar los nombres de los jóvenes, pero su guía se lo impide y le advierte que, si esos jóvenes murieran en el estado actual en que se encuentran, irían a parar al infierno, y que él tiene la misión de prevenirles para que se conviertan.