En esta meditación, Abelardo de Armas nos invita a poner nuestro corazón solo en Dios, para poder alcanzar la verdadera paz que nuestro corazón desea. Triste cosa para nosotros si cuando hay que hacer lo que Dios quiere, lo hacemos con pesar. Es preciso regirse sólo por el parecer y querer de Dios. Seguir a Cristo y no a mis gustos y quizá caprichos.