En la Sagrada Escritura vemos que cuando el Señor elegía a uno para algo extraordinario, lo primero que hacía era darle o cambiarle el nombre, para que ese nuevo nombre que Él le daba correspondiese al altísimo fin para el que le destinaba. El nombre de María iba a resumir la misión de la Santísima Virgen. El Evangelio, que apenas nos habla de Ella, no omite este detalle. Nos dice: “ Y el nombre de la Virgen era María”.