Sandra Benítez decidió romper definitivamente con Dios y con la Iglesia católica cuando Juan Pablo II, en un viaje a EE.UU., se negó a reunirse con víctimas de abusos sexuales. Pero lo que no esperaba tras esto, era el despertarse en ella una inquietud intelectual por conocer dónde estaba la verdad. No teniendo ningún apego al cristianismo, investigó en todas partes: en la Nueva Era, en el budismo, en el Islam, en la masonería… Y fue precisamente en un libro musulmán donde encontró la referencia a un clásico de la espiritualidad cristiana: «El peregrino ruso», la historia anónima de un hombre que quería aprender a rezar. Leyendo esa obra, Sandra comprendió que había comenzado a descubrir dónde estaba la Verdad.