En Boxmeer, Holanda, en el año 1400, las especies del vino se transformaron en Sangre y se derramó sobre el Corporal. Cuando el sacerdote pidió perdón por haber dudado, la Sangre dejó de derramarse y se coaguló.
El Milagro Eucarístico de Zaragoza se manifestó en 1427, cuando apareció en una Hostia consagrada, que una mujer había robado para hacerse un filtro de amor, el Niño Jesús.
En 1453, en Frómista, Palencia (España), Pedro Fernández cayó gravemente enfermo, pidió confesarse y el sacerdote acudió a administrarle los últimos sacramentos. Cuando el párroco quiso darle la Forma, esta se hallaba adherida a la patena con tal fuerza que no pudo separarla. Solo tras contar un pecado que había escondido pudo comulgar.
También en España, a mediados del siglo XV, en San Lorenzo de Munt, Barcelona, el capellán se dejó una vela encendida dentro de un armario. Al día siguiente, encontraron el armario totalmente quemado, excepto tres Formas consagradas que estaban dentro de una caja de plata.
En 1597, un ladrón robó de una iglesia de Alcalá de Henares, en Madrid (España), algunas Hostias consagradas y otros objetos preciosos. Días después, el ladrón se confesó y devolvió las Hostias, que once años después se conservaban íntegras.