De "la santísima Lea", como la llama san Jerónimo, sólo sabemos lo que él mismo nos dice en una especie de elogio fúnebre que incluyó en una de sus cartas. Era una matrona romana que al enviudar - quizá joven aún - renunció al mundo para ingresar en una comunidad religiosa de la que llegó a ser superiora, llevando siempre una vida muy ejemplar.
Y de Santa Catalina de Génova, sabemos que fue casada por conveniencia para facilitar la paz entre dos familias rivales italianas y sufrió mucho en su matrimonio. Escribió Diálogo entre el cuerpo y el alma. En 1474 hubo un radical cambio en su vida a raíz de una iluminación que tuvo; comenzó desde entonces una vida de oración y penitencia y tuvo numerosas visiones. Su ejemplo fue contagioso y hasta su esposo se hizo cristiano ferviente y honrado. Falleció en 1510.