Muchas veces, la Iglesia pide al Señor que nos conceda aun aquello que no nos atrevemos a pedir. A nosotros no se nos ocurre decir que un fracaso, una desgracia, una enfermedad... pueda ser un tiempo de gracia para nosotros. Sin embargo, lo es. Un sufrimiento nos identifica más con Jesucristo. Una tentación muy fácil es la de querer fundamentar nuestra vida en otros hombres. Pero, muchas veces, por el sufrimiento nos viene la gracia de poder decir, como san Rafael Arnaiz, “solo Dios”.