Lucas, antioqueno de Siria, de profesión médico, fue discípulo de los Apóstoles; más tarde siguió a San Pablo hasta el martirio de éste. Sirvió al Señor sin falta, no tuvo mujer ni engendró hijos; murió en Beocia lleno del Espíritu Santo a la edad de ochenta años. Sus huesos fueron trasladados a Constantinopla, y de allí a Padua. Por inspiración del Espíritu Santo escribió uno de los cuatro Evangelios en la región de Acaya.