El milagro de Ferrara ocurrió el día de Pascua de 1171, cuando al partir la forma ya consagrada, esta salpicó tanta sangre que tiñó la pequeña bóveda que estaba encima del altar.
En la localidad española, el prodigio se obró para sostener la poca fe del sacerdote. La Hostia se convirtió en carne y el vino en sangre, que se derramó fuera del corporal. Aún hoy podemos venerar las reliquias.
En Casia, el sacerdote metió la forma dentro de un libro, y esta se transformó en un grumo de sangre que tiñó las páginas del libro.