San Juan Bosco es llevado, en esta ocasión, a un lugar más profundo del infierno, como una caverna llena de fuego donde todo quedaba blanco por la elevadísima temperatura que allí había, pero que, sin embargo, no lo reducía a cenizas. Allí vio llegar a algunos de sus jóvenes, y todos los que en ese lugar se encontraban, blasfemaban, estaban profundamente tristes, desesperados y envidiando a los que se habían salvado, pero no mostraban ningún arrepentimiento.