Se examina los primeros días de la iglesia cristiana y su conexión con la sinagoga judía. Señala que aunque no existía una iglesia institucional, sí había un remanente fiel entre los judíos. El discipulado no consistía en asistir a reuniones o diezmar, sino en seguir el señorío de Jesús con compromiso total. Se subraya la importancia de someterse a la autoridad apostólica y al Espíritu Santo para comprender la verdadera naturaleza de la iglesia.