D. Jorge Fernández Díaz, exministro del interior e ingeniero, expone cómo se llevó a cabo la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre del año 1854. A raíz de varios siglos de gran disputa, la Iglesia llega a la conclusión de que la Madre de Dios no puede tener mancha ninguna, y la Virgen misma viene a confirmar esta declaración con distintas apariciones antes y después de la definición de dicho dogma por parte del papa Pío IX. Esta doctrina encuentra su razón de ser en que María estaba destinada desde la eternidad a ser la Madre del Hijo de Dios. Ella es la única criatura que tiene un privilegio singular que la lleva a decir: «Yo soy la Inmaculada Concepción».