Jesucristo es el Logos divino; por lo tanto: Él lo sabe todo, lo puede todo y nos ama a todos. Este es el gran descubrimiento, que pudiéndolo todo, sabiéndolo todo, me ama infinitamente. Cuando un alma se abre a este descubrimiento existencialmente, se llena de alegría y no puede sino decir: ¡Dios me ama!