En esta meditación, Abelardo de Armas reflexiona sobre la necesidad que tenemos de practicar el oficio de consolador. Acercarme, fundamentalmente a aquellos que están en desolación, hablándoles de Jesús. Tengo que ser presencia de Jesús, cercanía de Jesús en sus vidas. Somos Eucaristía para los demás, porque es Cristo quien vive en nosotros.