Casilda era hija de un rey moro, que tenía prisioneros a los cristianos. Movida a compasión por los cautivos, bajaba a consolarlos y llevarles cosas para aliviar sus penas. Estos mismos prisioneros son los que empezaron a instruirla en la fe cristiana, llegando Casilda a desear bautizarse. No sin problemas, consiguió el permiso paterno par poder hacerlo, y finalmente, determinó consagrar su virginidad, pasando el resto de sus días en soledad y penitencia.