En la ciudad italiana tuvieron lugar dos milagros. El primero, ocurrido en 1230 tuvo lugar cuando un sacerdote, por descuido, dejó algunas gotas de vino en el cáliz después de la consagración. Al día siguiente, encontró gotas de sangre coaguladas y convertidas en carne. El segundo ocurrió en 1595, cuando, después de un incendio, las formas permanecieron intactas.
El milagro que se conserva en El Escorial, sucedió en Holanda. Habiendo entrado para robar en la iglesia, un mercenario protestante pisó una forma consagrada haciendo tres agujeros en ella. En ese momento comenzó a salir sangre viva y se formaron tres heridas circulares que hoy todavía se pueden observar.