El Señor quiere que llevemos el evangelio a todos los hombres para que puedan salvarse. Nos pueden acusar de ser el enemigo de la felicidad de los hombres, de ser intolerantes que quieren imponer sus leyes, pero no es verdad. No debemos imponer, solo podemos predicar la salvación, advertir a los que están en el camino equivocado. Ellos tienen derecho de oírlo y libertad para elegir.