El año 202 el emperador Severo mandó que los que siguieran siendo cristianos y no quisieran adorar a los falsos dioses tenían que morir. Perpetua estaba celebrando una reunión religiosa en su casa de Cartago cuando llegó la guardia del emperador y la llevó prisionera, junto con su esclava Felicidad. Llamada a juicio, querían disuadir a Perpetua recordándole su posición social, su juventud y su hijo, pero ella proclamó con valentía que estaba resuelta a ser fiel hasta la muerte a la religión de Cristo Jesús.