Todos estamos de acuerdo en que la vida es imposible sin el perdón. Todos aceptamos que Dios, la mayor autoridad ante quien rendimos cuentas, tenga todo el derecho a ordenarnos- como lo hace en el Padre Nuestro- que perdonemos. Pero, ¿Hasta dónde? ¿Hasta cuánto? Esta parábola expone nuestra corazón a la realidad sostenida por el cristianismo, de que solo es posible perdonar de todo corazón cuándo recibimos de Dios su gracia y su perdón.
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