El país todavía no sabe lo que perdió con la muerte de Antonio Caballero. Su ausencia no sólo se va a sentir en el periodismo, sino en la literatura, la crítica de arte, la caricatura, la historia y demás campos en los cuales Antonio se movía con absoluta propiedad, gracias a su mirada original, a su pluma afilada, a su inquietud intelectual y a su independencia inquebrantable.
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