El artículo 742. Técnicas de inicio: Prólogo teatral se publicó primero en Academia Guiones y guionistas.
En el episodio de hoy vamos a explorar una técnica de apertura tan antigua como poderosa: el prólogo teatral. Se trata de esos inicios en los que un personaje se presenta ante el público —mirando directamente a cámara o hablándonos en voz alta— para introducirnos en la historia, guiarnos emocionalmente o simplemente compartir una reflexión. Desde Shakespeare hasta Fleabag, pasando por Ferris Bueller, Annie Hall o House of Cards, el prólogo teatral rompe la cuarta pared y crea una conexión especial con el espectador. Hoy vamos a ver qué lo caracteriza y cómo podemos escribir uno en nuestros propios guiones. Yo soy David Esteban Cubero y esto es Guiones y guionistas.
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En qué consiste el prólogo teatralEl prólogo teatral es una técnica narrativa en la que un personaje se dirige directamente al público al comienzo de una obra para introducirla, ya sea presentando el contexto, anticipando el conflicto o marcando el tono del relato. A diferencia de otros tipos de prólogos más convencionales, el teatral se caracteriza por su frontalidad: el personaje habla como si estuviera en un escenario, consciente de su papel de presentador, rompiendo la cuarta pared y estableciendo una conexión directa con el espectador. Este recurso puede adoptar un tono íntimo, solemne, irónico o poético, pero siempre implica una invitación explícita a entrar en la historia desde una posición de cercanía o complicidad.
Su origen se remonta al teatro clásico, especialmente al griego, donde el prólogo era una parte estructural de la tragedia y se encargaba de situar al público en el relato. En muchas ocasiones lo recitaba un personaje ajeno a la acción principal, como una divinidad o el coro. Más adelante, en el teatro isabelino, Shakespeare popularizó el uso de prólogos con tono literario y metafórico, como el famoso soneto que abre Romeo y Julieta. En ambos casos, el objetivo era preparar emocional y narrativamente al público antes de que comenzara la acción dramática, utilizando un lenguaje que combinaba información, ritmo y carácter performativo.
Con la llegada del cine y la televisión, esta tradición se adaptó al nuevo lenguaje audiovisual. Aunque el espectador ya no está en una platea sino frente a una pantalla, el efecto de un personaje que se dirige directamente a él sigue siendo igual de potente. El prólogo teatral en cine puede tomar la forma de un monólogo a cámara o una narración en off cargada de personalidad. Casos como Ferris Bueller’s Day Off, Fleabag o Annie Hall muestran cómo esta técnica, heredera del teatro, se transforma para seguir cumpliendo su función: abrir una puerta entre el relato y el espectador, y dejar claro que estamos ante una historia que merece ser contada.
Características del prólogo teatral 1. Presencia de un personaje mediadorUna de las señas de identidad del prólogo teatral es la aparición de un personaje que actúa como mediador entre la historia y el espectador. Este personaje, que puede ser parte de la trama o funcionar como una figura externa —casi como un maestro de ceremonias—, adopta el rol de presentador. No es solo alguien que actúa, sino alguien que se dirige a nosotros con plena conciencia de estar iniciando un relato.
Este personaje tiene voz propia, intención clara y a menudo un punto de vista que influirá en cómo interpretamos lo que estamos a punto de ver. Puede hablarnos desde dentro del mundo de la historia o desde un lugar indefinido, pero siempre con la voluntad de introducirnos en el relato de forma directa.
En la serie Superstar, este personaje mediador es Joaquín Sardana, el antiguo presentador del programa Tiempo de Marte. De repente, el fondo se hace oscuro y mira a cámara. Rompe la cuarta pared y habla al espectador explicando que a principios de los años 2.000 hubo un grupo de personajes en España que se hicieron famosos sin ser guapos, ricos, ni normales… al fenómeno se le llamó “tamarismo”, por Tamara.
2. Ruptura de la cuarta paredEl prólogo teatral rompe una convención básica del realismo audiovisual: la cuarta pared. Cuando un personaje se dirige directamente al público, mirando a cámara o hablando como si supiera que lo estamos observando, se rompe la ilusión de que estamos viendo un mundo autónomo.
Esta ruptura establece una relación de complicidad entre el personaje y el espectador, transformando la experiencia en algo más participativo. No somos solo observadores pasivos, sino interlocutores silenciosos de ese personaje. Esta técnica, heredada del teatro, refuerza la conexión emocional y permite una comunicación más directa e íntima.
Un ejemplo emblemático es House of Cards, donde el personaje de Frank Underwood interrumpe una escena para explicarnos lo que realmente está pensando. Esa mirada directa, fría y calculadora, convierte al espectador en cómplice desde el minuto uno y establece un contrato narrativo basado en la confianza y la transgresión.
3. Tono teatral o performativoEl lenguaje del prólogo teatral suele distinguirse del tono general de la obra. Hay algo más enfático, más literario o más performativo en su forma de expresarse. A veces el personaje recurre a recursos poéticos, a un ritmo de habla cuidado, a una gestualidad más marcada o incluso a un vestuario y una puesta en escena que remiten al escenario clásico.
No es casual: el prólogo teatral quiere llamar la atención sobre el hecho de que estamos a punto de entrar en una historia, y para ello recurre a los códigos del espectáculo, ya sea desde un tono solemne, cómico o irónico.
Moulin Rouge! comienza con la apertura literal de un telón y una orquesta, como si estuviéramos en un teatro. El narrador es el propio protagonista (Christian), que se presenta como un poeta maldito y nos habla directamente desde su habitación, mientras la música y la escenografía exagerada nos sumergen en un tono claramente artificioso y melodramático. Desde ese inicio, queda claro que el estilo será excesivo, lírico y apasionado, en línea con la tradición teatral y operística.
4. Espacio simbólico o escénicoOtra característica habitual es que el prólogo teatral no siempre sucede en el espacio diegético de la historia. Muchas veces se desarrolla en un lugar neutro o simbólico, casi como un escenario vacío, una habitación sin tiempo o un entorno con apariencia teatral.
Este tipo de espacio refuerza la sensación de “antesala” al mundo narrativo principal, como si el personaje nos hablara desde fuera del tiempo o desde una zona de tránsito entre el espectador y la ficción. El decorado minimalista, el uso del fuera de campo o incluso la iluminación pueden contribuir a esta atmósfera de teatralidad suspendida.
En la serie Superstar, la iluminación de la entrevista se focaliza en el presentador y el fondo se vuelve negro. Es entonces cuando el presentador mira a cámara y habla directamente al público explicando qué veremos. Un caso especialmente llamativo es Dogville, de Lars von Trier, que comienza en un escenario desnudo, marcado apenas por líneas en el suelo y pocos objetos. El narrador nos introduce en ese pueblo ficticio sin intentar simular un entorno real: todo está expuesto como en una obra de teatro, con lo cual se activa una lectura más conceptual y ética de lo que veremos.
5. Conciencia de la ficciónEl personaje que protagoniza un prólogo teatral sabe que está dentro de una historia. No finge ignorancia sobre el medio en el que se encuentra, como lo haría un personaje convencional. Al contrario, su discurso muchas veces revela esa conciencia: comenta lo que va a pasar, introduce a los demás personajes, anticipa el conflicto o incluso reflexiona sobre el propio acto de contar historias.
Esta conciencia metanarrativa convierte el prólogo en una herramienta poderosa para jugar con la ironía, el humor o la reflexión sobre el arte de narrar. El personaje puede adoptar un tono burlón, filosófico o simplemente directo, pero siempre transmite que no estamos en la realidad, sino en un relato que merece ser presentado.
Fleabag es un ejemplo paradigmático. Desde el primer minuto, la protagonista se dirige a cámara, nos cuenta lo que piensa mientras actúa de otro modo ante los demás personajes, y hace partícipe al espectador de su doble vida emocional. Pero lo más interesante es que Fleabag no solo rompe la cuarta pared: sabe que la rompe, y convierte esa conciencia en una forma de huida, de control y también de fragilidad. A lo largo de la serie, esa relación con el espectador evoluciona, y cuando otro personaje nota que ella “desaparece” por momentos, se revela que esa complicidad teatral era también una máscara. En ese sentido, Fleabag no solo usa el recurso, sino que lo dramatiza, haciendo del prólogo teatral una herramienta emocional y estructural dentro de la historia.
Paso a paso para escribir un prólogo teatral 1. Define qué quieres que el espectador sepa, sienta o piense antes de que empiece la historiaAntes de escribir una sola línea, hazte esta pregunta: ¿para qué quiero usar un prólogo teatral? ¿Qué necesito que el espectador entienda o experimente antes de entrar de lleno en la trama? Puede ser un dato contextual, una emoción, un tono, una tesis o simplemente una complicidad. El prólogo es un umbral, y tú decides cómo se cruza. No empieces escribiendo el texto: empieza descubriendo la intención. A veces, basta con una frase: “Quiero que el espectador sepa que este personaje es un mentiroso”, o “quiero que sienta que está entrando en una fábula”. Esa claridad será tu brújula.
2. Elige quién habla y desde dóndeUna vez sabes el para qué, toca decidir el quién. ¿Quién será la voz o el rostro de tu prólogo teatral? ¿Un narrador externo, el propio protagonista, un personaje secundario que no volverá a aparecer, un ser simbólico? Cada elección lleva una carga diferente. Si habla el protagonista, creas intimidad; si habla un narrador omnisciente, creas perspectiva; si habla un personaje ajeno al relato, generas extrañamiento. También importa el “desde dónde”: ¿lo hace desde un escenario? ¿Desde una habitación? ¿Desde el más allá? ¿Mira a cámara? ¿Está dentro de la escena o en un espacio neutral? Estas decisiones determinan el tono y el tipo de vínculo con el espectador.
3. Determina el tono y el estilo¿Será solemne, íntimo, irónico, juguetón, poético? El tono del prólogo no tiene por qué coincidir del todo con el de la historia, pero sí debe preparar al espectador para ella. Si tu historia es una tragedia con toques surrealistas, quizá quieras empezar con un monólogo lírico en un espacio abstracto. Si es una sátira, puede funcionar mejor un discurso sarcástico, con referencias a la cultura pop. Define también el estilo visual: ¿vas a filmarlo con fondo negro como en un teatro? ¿Va a estar iluminado como una entrevista? ¿Va a ser plano fijo o cámara en mano? Aquí se cruzan el texto y la puesta en escena: ambos deben respirar el mismo aire.
4. Escribe el texto como si fuera una pieza aparteAhora sí, escribe. Pero no como si fuera una escena más del guion, sino como una pequeña obra en sí misma. Un prólogo teatral es un fragmento autónomo, con su ritmo, su cadencia, su pequeña estructura. Puede tener un principio, un giro, una imagen fuerte al final. Piensa en cómo empieza y cómo termina. ¿Con una pregunta? ¿Con una frase lapidaria? ¿Con un gesto? Cuida el lenguaje: muchas veces, estos prólogos funcionan mejor con una voz literaria, cargada de personalidad, que se permita jugar con la palabra, la pausa, la repetición. La escritura aquí no es funcional: es performativa.
5. Conecta emocionalmente con el espectadorMás allá de lo que cuente, un buen prólogo teatral debe provocar algo en quien lo escucha. Puede ser risa, inquietud, ternura, complicidad o incomodidad. No se trata solo de informar, sino de establecer una relación emocional. Pregúntate: ¿cómo quiero que se sienta el espectador cuando termine este prólogo? Y luego revisa si ese efecto está presente. A veces, una sola mirada a cámara o una palabra inesperada logra ese vínculo. No busques explicar demasiado; busca tocar algo.
6. Decide si el prólogo se cierra o queda abiertoUna vez escrito, revisa: ¿este prólogo es un bloque cerrado que se deja atrás una vez que empieza la historia? ¿O queda abierto y resonará a lo largo del relato? ¿El personaje que habla volverá a aparecer o desaparece? ¿Lo que dice tiene otra lectura cuando termina la película? A veces, un prólogo teatral se convierte en un espejo del final (como el “Bookend” o “Sujetalibros” narrativo); otras, es solo un ritual de entrada. Ambas opciones son válidas, pero es importante saberlo para que el relato mantenga coherencia.
7. Reescribe pensando en la puesta en escenaYa con el texto escrito, piensa cómo se verá y se oirá en pantalla. ¿Dónde estará el personaje? ¿Cómo será la iluminación, el sonido, el ritmo? ¿Qué elemento visual puede potenciar lo que dice? ¿Qué silencio puede darle peso a una frase? El cine permite potenciar lo teatral con lo sensorial. No te quedes solo en las palabras: haz que el prólogo respire con el cuerpo del personaje, con la atmósfera, con la música o su ausencia. Es aquí donde el texto se convierte en cine.
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