El mar de Acapulco era un escenario de psiconautas fantasmas. Las olas susurraban secretos de un pasado que parecía no querer marcharse. Mauricio Campoverde, alquimista de la guitarra, había venido a convocar a esos invitados del recuerdo y hacer que la nostalgia se materializara en acordes y ritmos. Acompáñenos a una época en la que todo parecía más sencillo y más auténtico. La música era el conjuro perfecto para evocar la fuerza de la juventud y de aquellos amores eternos brotando entre la corriente océanica y de aquellos sueños que parecían alcanzables.
Hoy, el recuerdo de una música del futuro como la imaginaron en el pasado con Mauricio Campoverde.