El lago Atitlán es uno de los destinos turísticos más visitados de Guatemala. Grandes nombres se pelean la adjetivación más halagadora. Las menciones de Aldous Huxley y las inspiración de Saint-Exupéry siguen siendo estrategia de marketing turístico. Casi medio millón de habitantes, al que se suman los turistas que llegan a sus singulares municipios, y una deficiente gestión municipal y estatal, son la nefasta amalgama para que la contaminación se convierta en un problema grave. Las aguas residuales de las poblaciones y otros contaminantes fomentan el crecimiento de una cianobacteria que ahoga la fauna y la flora. El río y la lluvia arrastran plásticos y desechos que ensucian y deterioran el ecosistema. En una carrera contrarreloj, un lago enfermo, que está en fase crítica, requiere acciones urgentes.