«El tiburón se acercaba»
«Creció muy cerca del mar, en Chiquimulilla, en la costa sur [de Guatemala], pero no fue hasta que cumplió dieciocho años de edad que se atrevió a desafiarlo. Jorge Marroquín se fue con sus amigos, Ernesto Ramos y Macario Salguero, en una tiburonera de veinticinco pies que lucía más imponente en tierra que rodeada [por el] mar. Salieron por dos días y dos noches a navegar por las aguas donde... a veces las mantarrayas, que parecían pesar una tonelada, se acercaban perezosamente a la pequeña embarcación; donde súbitamente comenzaban a soplar vientos que en tierra jamás se habían sentido. »Los tres muchachos no llevaban más que un viejo pedazo de plástico para resguardarse de los chubascos y lluvias que aparecían de la nada. No lo usaban para protegerse del sol porque su oscura piel, aunque aún joven, ya estaba curtida por el sol. »Iban a cazar tiburones como lo han hecho los pescadores de la costa sur durante siglos. Con un gran anzuelo agarraban al tiburón y con su propia fuerza los tres luchaban con [el fiero pez] para subirlo al barco. Llevaban su amansalocos, un enorme garrote para pegarle al tiburón y someterlo para que lentamente muriera fuera del agua. »Aún fuera de su elemento, el tiburón podía ser peligroso. Habían escuchado las historias y visto los resultados de lo que sucede cuando un hombre se enfrenta a un tiburón sin el amansalocos. Viejos pescadores que deambulaban por las calles del pueblo sin un brazo o sin una pierna, que fueron agarrados, desprevenidos, por el animal que ya en sus últimas aún lograba abrir su enorme boca y clavar sus enfilados dientes en el cuerpo del hombre que se había atrevido a sacarlo de su mar.... »Una vez Jorge se perdió por seis días en el mar abierto. Estaba pescando [—cuenta Jorge—], cuando de repente se armó un chubasco con vientos y lluvias tan intensos que él y sus compañeros no podían hacer más que esconderse bajo su pedazo de plástico.... »... Vio que las costas de su tierra se iban acercando después de días en alta mar, conforme las corrientes lo acercaron... a tierra [Jorge aún no sabe por qué, pero invoca el dulce nombre de Jesucristo para agradecérselo]. Cuenta cómo se tiró al agua para nadar hacia tierra y preguntarle a alguien en la playa dónde estaban.... Un niño en la playa le dijo [que había llegado a la frontera con El Salvador], pero le preguntó cómo no se lo comieron los tiburones que nadaban en la zona cuando se arrojó al agua. [Jorge] recuerda el terror que sintió al meterse al agua para nadar de nuevo porque tenía que llegar a su tiburonera y sus compañeros. Cuando llegó al barco, le preguntaron dónde estaba. Les dijo que les diría, pero que antes lo sacaran del agua. »El tiburón se acercaba.»1 Así termina de contar el corresponsal de origen guatemalteco Harris Whitbeck, en la pintoresca obra titulada Guatemala inédita, la historia del intrépido pescador Jorge Marroquín. Hizo bien Jorge al agradecerle a Jesucristo su salvación en alta mar. Es que a su pueblo Dios le dice, por medio del profeta Isaías: «No temas.... Porque el que te hizo... es el Señor Todopoderoso.... El terror se apartará de ti, y no se te acercará.»2 Pero conste que Dios espera de nosotros que invoquemos su nombre y le demos las gracias en toda situación, tanto en las buenas como en las malas circunstancias de la vida.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Harris Whitbeck, «Mar abierto», Guatemala inédita (Bogotá, D.C.: Villegas Editores, 2006), pp. 88-89. 2 Is 54:4,5,14 3 Is 55:6; 1Ts 5:18
«Contemplación de la naturaleza»
«No es posible dejar de hablar de las Cataratas [del Iguazú] sin apuntar algunos datos numéricos, sobre todo si se atiende a que la gran mayoría de los lectores iberoamericanos desconoce la existencia de estas grandes reservas de fuerza y de riqueza.... »La zona de las cataratas comprende una superficie de setenta y cinco mil hectáreas.... La línea de los torrentes mide en conjunto dos mil setecientos metros. Corresponden seiscientos metros de saltos al Brasil y dos mil cien a la Argentina. La altura máxima de las caídas es de ochenta metros y la mínima de cincuenta y seis. Las potencias son: máxima, de 6.985.170 caballos de vapor; la media, 1.214.807, y la mínima, 132.400. El volumen medio de agua es de 6.300.000 metros cúbicos por hora. El cauce del río nace a novecientos metros sobre el nivel del mar, y al desembocar en Paraná tiene noventa metros de altura sobre el mar, repartido ese desnivel en una extensión de 1.320 kilómetros. Además de los grandes saltos, que son doce o quince, se cuentan hasta setenta saltos o chorros relativamente pequeños. »Sólo la caída central del salto Unión, ligada al Floriano, tiene una línea de caídas casi el doble de la del Niágara y una altura también doble. Se calcula que el volumen de agua es tres veces mayor que el del Niágara. También la caída africana de Victoria en el Zambeze es menor en volumen de altura, aunque aquel salto tiene una altura de ciento diecisiete metros.... A simple vista se observa en el Iguazú una grandiosidad de proporciones que supera desde luego al Niágara.»1 Así resume José Vasconcelos, autor y Ministro de Educación de México, los extraordinarios atributos de las Cataratas del Iguazú con motivo de su viaje a la región a fines de octubre de 1922.2 «De regreso... llegamos a Concordia —cuenta Vasconcelos luego de haberlas visto—... y allí nos recibieron de una manera triunfal; parecía que veníamos de descubrir las cataratas. Los periodistas nos pedían impresiones para transmitirlas por telégrafo a Buenos Aires; la prensa local nos dedicaba saludos; un diario de la región afirmó que antes que diplomáticos éramos artistas, puesto que abandonábamos las comodidades de Buenos Aires para ir a gozar con la contemplación de la naturaleza. En la Escuela Normal hubo una de esas fiestas en las que se siente pasar el soplo arrebatado del entusiasmo; canciones patrióticas, discursos vehementes... Pellicer leyendo entre grandes y calurosos aplausos la poesía que acababa de componer al Iguazú...»3 No hay duda alguna: hizo bien Vasconcelos al dedicarle tiempo a la contemplación de la naturaleza. Y si bien, según el famoso escritor mexicano, «no es posible dejar de hablar de las cataratas sin apuntar algunos datos numéricos», tampoco debiera ser posible hacerlo sin aludir a algunos conceptos teológicos al respecto. Es que, según San Pablo, lo que se puede conocer acerca del Artista Divino que las creó es evidente al contemplarlas. «Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó».4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 José Vasconcelos, Textos: Una antología general, De la raza cósmica, «El Iguazú» (México: SEP/UNAM, 1982), pp. 172‑73. 2 Claude Fell, José Vasconcelos, los años del águila, 1920-1925: educación, cultura e iberoamericanismo en el México postrevolucionario, «Argentina» (México, D.F.: UNAM, 1989) pp. 606-16, nota 190. 3 Ibíd, pp. 174-75. 4 Ro 1:19,20
«Me amaba sólo en tiempos buenos»
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Hace dos años me casé. Estamos en un proceso de separación. Mi esposa me dijo que me dejaba por la situación económica. Me aclaró que me amaba, pero sólo en tiempos buenos en que hubiera dinero. Ella insiste en el divorcio. ¿Qué puedo hacer?» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Sentimos mucho que su matrimonio se esté disolviendo. Sin embargo, lo que nos cuenta suscita más preguntas que respuestas. »Si bien usted sostiene que ella quiere irse debido a su situación económica, no dice por qué su situación es peor que antes. Ella le dijo que lo amaba cuando había dinero. ¿A qué se debió, entonces, que se acabara el dinero o dejara de haberlo? ¿Perdió uno de los dos su empleo? ¿Está uno de los dos demasiado enfermo para trabajar? ¿Ha estado alguno gastando dinero sin prudencia? ¿Han tenido que saldar deudas del pasado? ¿Acaso uno de los dos es adicto al juego? »Sus respuestas a esas preguntas tal vez no tengan nada que ver con la razón por la que su esposa quiere el divorcio, y sin embargo, por otra parte, es posible que aclaren sus verdaderos móviles. Como usted no ofrece ninguna otra explicación, parece que cree que a su esposa le importa más el dinero que cualquier otra cosa. ¿Es esa la clase de mujer con la que usted pensó que se estaba casando, o piensa más bien que ella ha cambiado en apenas dos años? »Nosotros no lo conocemos a usted ni conocemos a su esposa, pero nos parece que hay aspectos de su caso que no nos está contando. A pesar de eso, usted quiere que le digamos lo que puede hacer, y sí tenemos algunas sugerencias. »Sus opciones legales dependen del país en que vive. Si su país exige que las dos partes consientan para poder divorciarse, entonces no consienta sino hasta que usted y su esposa hayan acudido a la consejería o a la conciliación. Un consejero o mediador puede ayudarles a los dos a que aprendan a manejar un presupuesto de sus ingresos con mayor eficiencia y a resolver sus diferencias de un modo más positivo. Es posible que el sistema judicial de su país ofrezca servicios de conciliación gratuitos o a un costo reducido. »Para salvar su matrimonio, ambos van a tener que empeñarse en lograrlo. Le recomendamos que se esfuerce ahora, incluso mientras ella sigue convencida de la ruptura del matrimonio, porque si usted no está dispuesto a hacer su parte primero, entonces es probable que ella nunca se disponga a hacer la suya. »La mejor manera de tener la sabiduría para determinar qué hacer es consultar a Dios, nuestro Padre celestial. Él sabe precisamente los pasos que usted debe dar. Santiago el apóstol enseñó: “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie.”1 Eso quiere decir que cuando usted le pida a Dios sinceramente que tome control de su vida, que perdone sus pecados y que le dé sabiduría, Él lo hará.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 734. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Stg 1:5
«Una continua y melodiosa catástrofe»
«Salimos de Buenos Aires por la tarde... con Carlos Pellicer y Julio Torri, los poetas, [a fines de octubre de 19221]. Nunca hubo excursión más hermosa.... »La mañana del tercer día estuvo dominada por esa emoción que precede a los grandes sucesos. Se nos había dicho que a la una atracaríamos en Puerto Aguirre, para llegar, después de una hora [en] automóvil, delante de las cataratas [del Iguazú].... El barco tuerce para internarse en la corriente del Iguazú, y a poco andar atraca [en] un pequeño muelle de descarga. No podría seguir muy adelante, río arriba, porque ya cerca de las cataratas la corriente es torrencial y el lecho del río pedregoso. Serían las dos de la tarde cuando pisamos la tierra colorada y húmeda de la margen derecha.... Apresuradamente trepamos a un Ford.... Una hora, tal vez menos, saltamos por un camino que se abre paso entre la maraña de los árboles. »A cada instante creemos percibir el ruido de las aguas.... Nos apeamos del coche.... Llevando la vista hacia el fondo distante, la vimos; allí está siempre, no hace ruido; nos deja suspensos; es como una larga loma azulosa y nevada que se desmoronara sin cesar y armoniosamente sobre otro volumen líquido que rueda con silenciosa majestad hasta perderse en el abismo. Hierven las espumas, primero blancas y hacia el fondo amarillentas; son como dos o tres planos de agua que caen; por encima está la claridad de los cielos, por todo alrededor los verdes de la selva. Sólo después de un instante de mirar se da uno cuenta de que hay algo inmenso que se está cayendo, que lleva siglos de estar cayendo, y se tiene la impresión de una continua y melodiosa catástrofe.... »Pasado el primer asombro, los guías nos aconsejan que aprovechemos la luz de la tarde para dar un paseo a pie por una especie de parque natural y agreste que queda, barranco abajo, por enfrente de las caídas.... Comenzamos a cruzar por entre árboles de talla, entre bambúes, palmeras y arbustos. Saltando sobre el cauce de un sinnúmero de pequeñas corrientes, atravesando otras más anchas en puentes improvisados con maderas, vemos correr chorros, canales y ríos de aguas que se disgregan un tanto para verterse por los desfiladeros de la gran barranca, en donde cada cuerda líquida agrega su trino y su iris a la sinfonía de las masas que caen. »... Faldeamos el barranco en descenso, hasta que llegamos a la base misma del salto Bossetti.... Más allá... se miran las aguas del San Martín, partidas en una sucesión de cascadas que se quiebran en dos niveles y caen a plomo alrededor de un vasto anfiteatro. Los chorros remedan en determinados sitios un inmenso órgano de tubos líquidos y de armonías celestiales.»2 ¡No cabe duda de que esta magistral descripción de José Vasconcelos, eximio prosista y Ministro de Educación de México, es una de las más hermosas que jamás se haya escrito acerca de una de las maravillas de la naturaleza creadas por Dios! De veras vale la pena leer la crónica completa del viaje en su obra La raza cósmica. ¿Acaso cuando publicó esas elocuentes palabras en 1925 pudo haberse imaginado que sus herederos culturales aún disfrutaríamos de ellas en pleno siglo veintiuno? «Hay momentos en que se siente que todo es palabrerío —reflexionó Vasconcelos luego de haber visto las Cataratas del Iguazú—... Sin embargo, hay dentro de mí una dicha infinita por haber contemplado en su esencia las grandes palabras sagradas: naturaleza, virtud, fuerza, belleza, amor.»3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Claude Fell, José Vasconcelos, los años del águila, 1920-1925: educación, cultura e iberoamericanismo en el México postrevolucionario, «Argentina» (México, D.F.: UNAM, 1989) pp. 606-16, nota 190. 2 José Vasconcelos, Textos: Una antología general, De la raza cósmica, «El Iguazú» (México: SEP/UNAM, 1982), pp. 148‑61. 3 Ibíd., p. 171.
«Porque siempre me guardé»
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Tengo veintinueve años. Llevaba varios meses en un noviazgo y teníamos planes de casarnos... pero mi novio confesó que ya ha tenido relaciones sexuales. Eso es algo muy importante para mí porque siempre me guardé, así que decidí terminar la relación. ¿Cómo puedo saber si tomé una buena decisión?» Este es el consejo que le dio mi esposa: »Estimada amiga: »Antes que nada, la felicitamos por mantener su pureza. Sabemos que no debe haber sido fácil y que ha tenido que estar muy decidida para lograrlo. Usted no lo dice, pero suponemos que su relación con Dios es lo que ha influido en que se haya mantenido firme. »Nos resulta imposible contestar su pregunta en cuanto a si tomó la decisión acertada o no debido a que no hay pautas bíblicas que corresponden a su situación en particular. Por supuesto, no hay duda de que usted ha seguido el plan de Dios sobre la pureza antes del matrimonio, a diferencia de su exnovio. Pero ese no es el único factor pertinente para considerar. »Es encomiable que su exnovio haya sido sincero con usted a pesar de saber que el serlo pudiera poner en peligro el noviazgo. El valor y la franqueza que él demostró bien pudieran ser señales de que ha cambiado desde que sostuvo relaciones con esa otra mujer. Es posible que él haya reconocido ese pecado y le haya pedido a Dios que lo perdonara. De ser así, entonces sabemos que Dios lo perdonó, pues el apóstol Juan nos enseñó que si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos perdonará y nos limpiará de toda maldad, como si nunca hubiéramos pecado.1 »Si su exnovio en realidad fue sincero al pedir y recibir el perdón de Dios, entonces ese es un ejemplo de cómo puede usted perdonarlo también. Sin embargo, el hecho de perdonarlo no quiere decir que deba casarse con él. Si usted se da cuenta de que es capaz de perdonar pero no de olvidar, entonces es mejor no seguir con el noviazgo. »¿Cómo puede usted entonces saber si él está sinceramente arrepentido y ha cambiado de modo que no es el mismo de antes? Afortunadamente, hay una manera fácil de comprobarlo. Cuando estaban ustedes juntos, ¿alguna vez trató él de mostrarle afecto de una manera que usted consideró inapropiada o dudosa? ¿Alguna vez tuvo usted que decirle que dejara de hacer algo que la hacía sentirse molesta? Si no fue así, eso indica que se portó como un caballero, por lo que puede estar segura de que sí cambió como resultado del perdón que recibió de parte de Dios, y que él resolvió no volver a cometer el mismo error. »Por el contrario, si usted siempre tenía que mantenerse en guardia cuando estaba con él, y si parecía que él no valoraba su pureza, entonces es posible que él se arrepintió momentáneamente y que en realidad no cambió. De ser así, eso tendría mucha importancia.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 853. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 1Jn 1:9