Las palabras no se las lleva el viento. Al contrario, las palabras se quedan, nos marcan, nos moldean. Sí, la boca habla de lo qué hay en el corazon, pero el corazon también es vulnerable a las palabras. Las palabras mueven o paralizan, motivan o desaniman, enseñan o engañan, emocionan o entristecen, sanan o enferman, edifican o derrumban.
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