Las empresas inician esta nueva década del siglo con la impronta de prepararse estructuralmente para un nuevo ciclo, del cual no hay tanta claridad, ni previsibilidad y, por el momento, solo hay algunos indicadores positivos restringidos a algunos sectores económicos y limitados en el tiempo. Esta situación implica cambios internos en su estructura ya sea por cuestiones de crecimiento económico, de abordaje de nuevos mercados, de reestructuración financiera, de fusiones o adquisiciones; o simplemente para sostener la supervivencia en el mercado, bajo estas condiciones.
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